29.11.08

El viaje a Cabo Pantoja en la mañana fue de un misticismo surrealista. La garúa se levantaba quieta. Poblaba río y bosque de atavismos vaporosos. Las hojas filtraban con sus millares de púas huesudas la luz; se asían como alfileres de mantos duros a la densidad de la atmósfera… nos acariciaron sus cascadas de arenas luminosas. Nos precipitaron sus cedazos boscosos.
Miro la quilla rasgando los velos de la niebla, revelando lentamente el agua: el reflejo sobre el río lo puebla de amazonas.