30.11.08

El cono de luz de las linternas barre el río cuyo campo sembrado de sombras se abre ante el barco: de un lado hacia el otro, en un halo que enciende una línea difuminada sobre el agua… qué buscan? Troncos, obstáculos, anuncios. Atentos. Este bote no duerme. Recibe señales contrarias y atraca. Se encienden, antorchas, todas las luces de la proa, iluminando a pequeños paquetes de gente que salen con sus productos a recibir la visita: la luz blanca los ilumina de lleno: actores en su anfiteatro natural, fosforescentes, como troncos de ceibo, y los pequeños claros en la selva se convierten en escenarios del comercio: personajes fellinianos a los que retrató Herzog. El alarido de un cerdo rasga la recua, los colores de las camisetas vibran en coreografías dantescas cuando los proyectiles les dan brochazos de luz, las canastas que sirven de jaula a las gallinas se expanden en halos de plumas, como flores soplables, que se deshacen bajo la fuerza del viento, para dejar las carnes expuestas, la crudeza abierta, el grotesco supermercado de verdades dichas enteras. En la Amazonia todo es como es, monotonía impredecible, misterio lleno de sorpresas incalculables.
Los pueblos señalan su presencia en medio de la oscuridad de la selva encendiendo sus proyectiles de luz blanca–negra. Linternas que marcan, como cirios gigantes, soplados por las manos, la vigilia de quienes esperan el milagroso arribo del “Cabo Pantoja”. No importa la hora. En otro territorio sería el fuego. En otra época, la levedad de la canoa. Ahora las antenas puntean por aquí y por allá, añadiendo con sus cerchas verticales, una especie metálica a la selva. En Tempestad, el pueblo donde paramos, un megáfono se levantaba sobre la totalidad, para abrir el cono de voz del Alcalde.
Duermen a nuestro lado gallinas y gallos, algún ganso.
Paisaje demencial –felliniano.
A otro cerdo lo arrastran de la cola para depositarlo en el chiquero flotante de la planta baja del Cabo Pantoja. El olor sube por los flancos hasta la cubierta en donde hemos colgado las hamacas.
Hay playas…. Los intercambios del comercio amazónico: a veces salen canoas a nuestro encuentro; otras veces atracamos.
Los niños: diminutos ramilletes entre las palmas y los ceibos gigantes.
He dejado de contar el número de veces que hemos estacionado al borde de la costa. Trato de tomar una fotografía cada vez que nos detenemos en medio del cacareo de las gallinas y el despertador desorientado de los gallos.
Las olas quietas de este mar cautivo van a rebalsar suaves sobre las costas fluctuantes.
DEFINITIONS (according to the Amazon).

Breakfast: guanta con arroz y chifles.

Barbasco: fluid poison, fishing stream-line.
Comienzan a caer los colores de la tarde, y el rumor de los motores que se aproximan apaga la sensación de deslizamiento y “remaje”.
To project versus to have a project

El Cabo Pantoja



















Los cerdos chillan en berrinche colectivo
-el barco se convierte por un instante en el eco de un matadero flotante.
El mercado de la selva es una estructura cruda: el peregrinaje zigzagueante del barco trisca meandros, se choca contra márgenes oscuras, atraca en puntos insospechados, llamado por señales de luz nocturnas: suben cerdos, se apilan los plátanos, se abre campo para las vacas y los toros…
Los horizontes se multiplican, las líneas asfixian la perspectiva. Curva apenas el confín. Infinito confinado, este río.
No hay lógica ajena que le valga aplicación alguna. Y una barcaza rasga el límite, estableciendo otro plano, otro horizonte, otra ruptura.
Like a pin-ball, it collides against the soft edges of the river, blue metal buffered by gigantic fingers of moss: we pick up three more pigs, bananas… and other jungle delicacies.
Mi hamaca huele a orines. Sus tendones de lana sostienen los músculos que se riegan y adquiere forma en su arco invertido.
Habito una (con)catenaria: lecho clave en la lógica de los bosques, donde todo cuelga, se clava, se precipita… Unos tentáculos se agarran de otros, vacían (varían) los grosores, se retuercen los barroquismos de la exuberancia vegetal, se insuflan las espumas de los interiores de boas y troncos.
Regreso al mundo de lo marino: vientos de Océano Pacífico, horizontales, magnificados por las avenidas de los ríos –levantan la piel de la costa.
Los vórtices de las gotas, los vértigos del viento.
Piquigua: liana que se utiliza para anudar estructuras.
El carguero se incrustó contra el perímetro de la selva.
Qué demencia naval indujo al barco a girar dos veces, como una bailarina gorda y alocada que sacude sus faldas antes de partir en línea monótona: el pasamano y la estructura de la cubierta enmarcan el paso de este rollo interminable de película: la costa se desdobla en una serie perfecta, sin principio ni fin. Y miramos a través del gris vahoso, las lejanías del clima.
La tinaja de metal degüella los árboles: los encuadra, como una guillotina lineal.
Morete / aguaje --> viagra
La pulpa de la palma que sabe a coco, le sirve de alimento al gusano blanco.
Los senderos cruzan toda selva
Las “guardaespaldas” son las hormigas pequeñas que van montadas sobre las hojas que cargan las hormigas grandes: sirven de guías también. Los senderillos se respetan… no sin allanamientos y embotellamientos.
Pambil / Chonta --> Lanzas / Flechas
La hinchazón provocada por una raíz que nace es muela que se abre paso en las encías del árbol. Canibalismo vegetal y motor. Fijeza que camina con sus tentáculos como las ensoñaciones de Archi-gram.
Hongos gigantes: los papiros de la selva.
Claros naturales de bosque.
Hojas de ácidos cítricos estrangulan sin dedos a los vecinos vegetales y construyen enclaves de vacío. Estrategia interesante en la competencia de redes verticales de la selva.
En las chacras del diablo, las hormigas que se alimentan de las hojas saben a limón. Comérselas a ellas, es anestesiarse. Andar sin sed, sin hambre, sin cansancio.

Noche de carpa en el Yasuní

En la Amazonia puede clavarse uno en el cosmos antigravitacional del agua.

Añangos

Hormigas arrieras: eventualmente se cansan de su carga, y un día vuelan.
Los indígenas, cuando las hormigas están a punto de despegar en agosto, ahuman el suelo perforado. Millares se precipitan, como avionetas sobrevolando volcanes en erupción, y comienza el festín.

Raíces infraestructurales

Hasta las raíces se horizontalizan en la Amazonía (dentro del grosor del suelo útil). No se hunden verticales, hacia adentro.

Guarango

El árbol de los contrafuertes –de nervaduras góticas.
La baba en los nidos de termitas sirve para curar el acné.
Y la savia de las raíces que salta como espuma bajo la compresión del nido sirve de bálsamo.
Cedro: oro rojo
Pona --> artesanías (joyas) + rayaderos:
es una palma que camina aproximadamente 3 metros en su vida.

Camina en la dirección del sol, de la fotosíntesis.

Sed de luz. La selva entera abre sus bocas a los delgados chorros de sol.
Cruzar la Amazonia: un ritual de pasaje por la América, un ritual de transformación.
Cruzarla informalmente, al estilo sudamericano, con los pies y los remos, sin subirse a las cinco estrellas de los hoteles que no permiten ver los cielos y constituyen una forma más de irreflexión –cuando el viaje debería ser despertar, emancipación del consciente y cultivo de la fantasía inconsciente.
La lluvia picotea el Yasuní, cicatrizándolo con golpetazos laterales. Puntitos que se encienden en la valla horizontal del río, plantas que se sientan sobre plantas, en los salones rococó de la selva.
Muros de enredaderas y palmas.
Curiosas se inclinan hacia adelante.

29.11.08

Remos: bodoqueras de chonta, de paletas anchas. Motores fuera de borda.
Palaca: sistema de medida del fondo de las aguas –sistema de navegación local, bien adaptado a las variaciones continuas del lecho. Los bancos de arena son impredecibles en sus movimientos, como el río.
Raíces acróbatas de estructuras tubulares con centros de gravedad voladores –circo inverosímil de monstruos retorcidos, magnitudes malabaristas de lianas anti-gravitacionales y payasos oscuros que perforan túneles hacia el infierno.
Son mariposas vegetales.
En la Amazonia cae uno y caen todos.
Las piñas de la laguna pinchan las aguas como muelles abandonados hace siglos, esperando al caucho y las nuevas glorias de las infraestructuras por venir.
-como un eco del pasado emerge mi sangre hasta la superficie de este río recorrido en estelas cuyas volutas se revuelcan hacia fondos lodosos –en silencios seductores de encuentros que no dejan huella pero remueven el curso de los ríos, reconfiguran sus ramajes –árboles líquidos, los dedos del Amazonas, se abren paso sus vertientes entre las vertientes verdes de los árboles ambiciosos que aspiran al cielo: torre de babel con miras a alcanzar la luz, habla lenguas múltiples en su discernir ruidoso de pobladores invisibles, acechantes en su pulular oscuro.
Se reventó el algodón nativo: su pepa roja, gigante, que cuelga como papaya de una rama, reventó bajo la presión de la suavidad empollada durante meses, que ahora quiebra el cascarón y vuela en mil plumas por las brisas del Yasuní.
El viaje a Cabo Pantoja en la mañana fue de un misticismo surrealista. La garúa se levantaba quieta. Poblaba río y bosque de atavismos vaporosos. Las hojas filtraban con sus millares de púas huesudas la luz; se asían como alfileres de mantos duros a la densidad de la atmósfera… nos acariciaron sus cascadas de arenas luminosas. Nos precipitaron sus cedazos boscosos.
Miro la quilla rasgando los velos de la niebla, revelando lentamente el agua: el reflejo sobre el río lo puebla de amazonas.

Las redes del agua se reflejan nítidas en el atardecer de los botes. Todo en el Amazonas parece reflejarse: el cielo en el río; el río en los flancos de los botes; los botes en los árboles que caen rendidos, verticales, hacia el fondo de las aguas: hondos en la película de la superficie.
Pilotes multitudinarios sostienen la mega arquitectura de un ecosistema que es tan perfecto, que raya en lo cursi. Todos lo creerían una ficción imposible: los atardeceres que no se repiten y pintan de grotescos rosados cielos improbables; los arco iris de saltos elípticos, dos a la vez.
Ceibos monárquicos. Nos adentramos en el río Yasuní, la zona de amortiguamiento muestra parches rasurados.
Una cabeza peluda se hace rala, la calvicie amazónica –envejecimiento prematuro de un cráneo que pulsa con vida, con el encanto de la juventud ancestral (su esencia es la renovación continua).
Ese árbol, ese rasgo particular, me permite ubicarme en la costa –anclar mi orientación- en medio de las riberas, dos líneas continuas, verdes incesantes de diversidad… Viscosidad. Palos rojos, cargados de hierro, se retuercen entre palos blancos, embadurnados de líquenes blancos, y barbas. Qué veo desde el ojo de la caída? Esperando. Qué hay? Un cerrar los ojos y escuchar tanta vida y sorberla por los oídos, en burbujas de líquido efervescente… me pican con placer la garganta de las orejas, sus espóndylus de cartílago: bebo los sonidos que no cesan en la selva –nunca, ni por un instante, deja de silbar.
el chamán – el hospital
Son gente de la ribera
No parece real.
Parece hasta cursi de tan rosado –los perfumes negros sobre las vetas plateadas, los rosas, los azules, los grises… todo parece un kitsch natural: mentira, simulacro, pobre reproducción; una mentira en continua transformación, una verdad.
Parafraseando a Manolo:
Capturar el paso lento del tiempo: el estallido lento del atardecer, el reloj en el bus que marca una hora absurda y pasa los minutos con retraso continuo, la desolación mágica de una ruina nueva –relativamente nueva. La cualidad irrepetible e inimitable de la madera, pintada en el tiempo.
El ser humano ha tenido que dar una vuelta entera a la historia para retornar a las delicias de lo elemental.
El Amazonas es marítimo y no es en lo absoluto marítimo.
Hay playas, pero no son de arena, son de lodo. Cauchoso. Pegajoso barro barroco.
Hay atardeceres, pero no se caen: permanecen suspendidos en colores, se disipan…
Son atardeceres, pero las tonalidades son otras: plateadas, azulinas, de verdes rojizos.
Hay islas, pero no son volcanes que emergen desde un fondo marino, sino matorrales gigantes que amalgama el río.
Hay marea y hay olas, pero se crispan apenas en una aparente calma que tira a ultramar.
Tintes, no sales.
Marea que sube y baja, pero es línea tenue y fugaz.
Hay, sobretodo, río.
Hay río-mar.

Pero no es fuerza que ruge contra las rocas.
Hay gaviotas, de qué tipo?
Aquí, avendrán las corrientes y naciones.
Las venas descansan, inyectadas de sombra, hinchadas de rojo en bifurcaciones de piel azulina. Se esparcen desde el músculo macizo en el pecho, desde el centro de la cordillera de vértebras, cargadas de savia.
Cristal triturable –la ilusión.
Esta casa fresca de madera, cuyos tabiques porosos proveen sombra y solaz, es una bendición bajo el sol canicular del Ecuador. Poblada de ruidos, este es el paraíso de los insectos. Afuera el sol tuesta el maíz de don Vinicio, sobre un manto plástico de azul cielo. Cada taza, un trago del oro mesoamericano. Los lomos de miles de granos y el ruido ronco de los tazones de metal que los devuelven al costal.
Delicioso líquido –nos regresa al contacto con lo elemental.
Río, río marrón, teñido de lirios de azul.
Brochazo de luz, te visten de seda.
Las nubes lodosas del río nadan y se enroscan en sus turbulencias. Hacen malabares sutiles de luz: pequeños huracanes del orificio, de los hoyos en las mejillas del río cuando sonríe, gustoso, coqueto, anudando su piel morena.
Enmarcados en el pequeño toldo, jugamos a la caravana en el teatro de la caña. Roberto abre los brazos en gesto de tronco, se apagan los motores de la sorpresa…
Hoy ha sido el día de desatar malentendidos.
Los árboles todos se van de fiesta, emperifollados con collares y aretes barbudos, pulseras que se enroscan en sus millares de brazos, bufandas frondosas de plumas, velos de líquenes y lianas; otros se van de troncos desnudos, despliegan la esbeltez de sus cuerpos tensos…
Espejo inmenso de un cielo narciso, anclado en los ecos de tus aguas.
Micro-turbulences
The reflections, needle mirrors of the Amazon.
Brittle eyes, scintillating timeless movement.

(Fotografía: Ana María Durán)
I feel minute and flat in the Amazon, piercing through the waters, an awakening that lasts but a second before one drowns into sub-riparian universes. Dark. Darkness of suspended matter. Constellation of wet dusts that Pollock the page upon which I write.

21.11.08







(Fotografías: Ana María Durán)

Un cargamento de cervezas, botellones de agua, perfiles de aluminio, mallas, ventanas, huevos, alambres de púa, cemento para las nuevas aulas escolares de Nuevo Rocafuerte.

Y nosotros.

El Napo


(Fotografía: Ana María Durán)



(Fotografías: Manuel Mansylla)

Los asentamientos puntean el Napo de lado y lado.
Un urbanismo de mega-Venecia.
El revoloteo del agua bajo la canoa, deslizarse rumoroso, pájaros.
Una inmensidad aplanada entre dos inmensidades.

El Napo es un brazo musculoso.
Comunidad Samona (derecha, río abajo)
Derechos sobre el agua…
Complejos turísticos:
pasamos el acceso a Sacha Lodge y Yuturi.
Se alineó Orión al costado de la luna nueva.
Se botan tóxicos en el río Aguarico:
contaminamos grandes brazos de agua a la vez que publicamos libros sobre su futura escasez y el conflicto que se avecina en su nombre.
PERFORANDO

Edén

Puerto petrolero
Mirábamos la granadilla ayer: los millares de púas suaves que apuntan hacia su centro para sostener los granos de la periferia. Semillas babosas que se agolpan en un pequeño universo naranja.

Cáscara suave. Cáscara dura.

El Yasuní




(Fotografía: Manuel Mansylla)

Bolívar Alomía, sentado a mi lado, me dice: es como ver la espada desenvainada y acercarse –hablando del Yasuní.
Se percibe el peligro, se avecina, y en lugar de soslayarlo, nos lanzamos a sus brazos filudos, hundimos la carne en sus púas.
En la Amazonia ecuatoriana, en el Napo, la gente desayuna carne salada o dulce, comprimida en jugo, metida hacia adentro, con arroz y vegetales y yuca. Se come con cuchara, se corta con cuchara.
Pollo (seco de gallina), arroz y alguna combinación de vegetales (pepinillos, tomates, cebollas… encebollado)
La luz se derrumba en el telar de la noche que amanece.
Cuarenta días de atardeceres selváticos nos esperan. El primero me llena de goce. Me quedaría en este enredo, pero avanzo fuera de sus ovillos musgosos por el hilo grueso, lanudo, del río, que se desploma en taludes acuáticos desde los Andes.
Los movimientos de tierra son incalculables: cordilleras se deleznan en ríos; selva que se deshoja en polvos de mar.
El Amazonas es el río monumental de los Andes monumentales: su negativo y complemento, se bifurcan los macizos de glaciares en un delta mayúsculo, la boca atónita del silencio ventoso en las alturas, un grito apagado, bajo el agua en el Atlántico.

Pañacocha

Puerto público
(significa “laguna de pirañas”)

Providencia

Puerto privado.
Compañía brasileña compró tierras allí.

Nuevo Rocafuerte, puerto fronterizo (orillas nacionales)




(Fotografías: Manuel Mansylla)
Cada paisaje es una forma de pensar.

Islotes que son como montículos flotantes: nidos de paja se enredan en el telar de la corriente.

Endless string of subtle variations.

Plano.

Bandas de altura vs. combinaciones múltiples de competencia vertical.

Las flamas controladas de la infraestructura petrolera. El infierno contenido del rojo domado en el verde –es el infierno del enredo verde. La carretera corre paralela al río. Antorchas de hojas rojas en la competencia vertical del verde.

Me fascinan los troncos blancos de la selva.

Katy abre las granadillas como si fueran huevos: she cracks them.

Los troncos emergen desde el fondo de las aguas como fósiles de otro mar.

El río acaricia las raíces de los árboles.
La línea del agua es una guillotina inmisericorde.

Lógicas horizontales en un ecosistema seccional.
Tele-comunicadores en las zonas remotas.
LazOnas (Amazonas).
Las Ama(zonas).

La piel de estas aguas es sedosa, maravillosa, sedante.

Coca, Ecuador













(Fotografías: Ana María Durán)




(Fotografías: Manuel Mansylla)

Los camiones adquieren cualidad de piragua…
Las formas de las naves y las formas de la arquitectura.

Lamederos (collpa/parrot clay licks) de loros y guacamayos.

El Santi se baña en repelente.

La tinta es el lubricante de la mente.

Los objetos de la cultura que emergen de la natura del río son lineales. Y los objetos que surgen de la maraña de la selva son reticulares, tejidos en suspensión, telarañas arte-facturadas.

Las lejanías arbóreas.
Los patrones regulares de la colonización agrícola del monocultivo y los fragmentos que pasan, seriales, en la línea del tránsito fluvial.
La variación de la densidad de vegetación en los dos lados del río:
menor densidad, mayor colonización –y viceversa.

La horizontalidad de los horizontes selváticos.

In this boat, I am horizon.

El paisaje (registrado) no existe.

Incursions into a different type of colonization… what are the sediments of this telecommunications flow?

A different type of settlement.