13.6.09

A lo largo del río, en su gradiente, todo parecía surrealista, un campo minado de Fellini, el bote espectáculo… Al llegar, lo irreal éramos nosotros; la mentira, nuestras vidas; la surrealidad, nuestra percepción embutida de mentiras…

Catedral de Río de Janeiro, Brasil

Miguel Sotomayor

Palacio de Itamaraty, Oscar Niemeyer, Brasilia

Los mismos temas de la selva se repiten en la arquitectura de Niemeyer: la pueblan quillas gigantes de barcos cargueros, la forma oblonga y alargada de las canoas, las membranas de plástico plegable/enroscable de las cubiertas de barco, las fachadas de los botes, el reflejo vivo sobre las superficies de agua, las columnas forestales, los horizontes verdes, la delgadez de las ramas que proveen celosías… la Modernidad de Niemeyer es otra modernidad, su cultura es la cultura de la selva; su civilización, la Civilización del Amazonas: grande, irreductible, impredecible, e irreverente de sinuosidades como sus bosques y sus aguas: una cultura que rinde continuo culto a lo femenino.

Macapá?

Descending through boats –transporting cargo/passengers through boats: interesting ‘port,’ interesting threshold: another way of understanding arrival and space…

José Julio: Macapá à Belém

Brasilia

Urbanismo pre-fabricado
Espejismos ministeriales
Desolación programada (programática)
Regularidad variable
Monumentalidad del detalle
Humanidad deshumanizada
Miesiana
Corbusiana
Niemeyeriana

Corsé del meandro
Incontenible

Gobierno
Del Amazonas
Proyecto Ampiyacu – cuenca de Witoto/Bora
Titulación comunidades
Obra de arte: lienzo tejido…
Urdimbres, hilillos longitudinales, transversales, en colores.

Patrones derivados de la naturaleza. Partituras musicales con fibras naturales.

Casave
The new forms that colonization is acquiring are related to the commodification of cultures (through tourism) and place.
Private reserves
Private/public reserves
We need to map the new geographies
Todo negro: pantalla negra: sonido de batido de huevos para el desayuno, sonido como metonimia.
"La bomba atómica de América Latina es el narcotráfico",
Lehrer, narcotraficante
Disfruta de ser senil en juventud
Fruto maduro cuando está verde
Personajes filmados en el perímetro, desde el centro de una mesa rotatoria.
Manolo
Me da su pan caliente, con orgullo, oruga que enrosca manos en harina, harina en agua de mar: flores de oruga tierra, sus cinturas bailan en las hojas de mi lengua, transformanse en mariposas pintadas de canto a lo elemental: pan, familia, lluvia, río.
Con harina escribe churos, enrosca el abrazo tibio de la vida. Gozo supremo el pan básico.
Me he quedado sin interlocutor, sin corresponsal, y sin correspondencia. Me he quedado quedada en su ausencia, de presencias insistentes, como toqueteos de imagen que no queremos recordar, como chapuzón de Leticia que llega fuerte, se desprende cúbico, se recoge cual cortina automática y se va para desmoronarse en aristas verticales de mundo cartesiano, en la misma ciudad, luego de algunos días, de la misma manera cubo-cúbico-se-da-la-vuelta; se vacía, no vuelve a verterse, sin volverse a llenar.
El foco de mi mirada sondea inquieto, en conos de cisternas angulares, mares negros de forestas más negras. Se cruzan por sus conos colores fugaces, miradas breves, pantalones de pierna azul. Las desapariciones de apariciones como arco iris fracturados en huesecillos, incitan el nerviosismo de los conos de mi ojo, mis ojos, que se multiplican en cámaras de fotos y vídeos, en proyectores magenta de teatros oscuros, imposible fijarlos en totalidad alguna: fragmentos, haces de luz, huellas nubladas de pasos, de viene y va… si pudiera encenderse el cielo entero. Mientras tanto, mi mirada no es más que relámpago de cielo purpúreo, apertura rasgada de obturador lineal… y miro, miro, miro… observo sin penetrar otra cosa que no sean las negruras y sus velos de espada fugaz.
Mientras otros se concentran en nacionalismos exhaustos y peligrosos, nosotros nos concentraremos en el proceso de integración necesario para sobrevivir y prosperar como región, en un mundo visceralmente competitivo.
Toda Colombia se ha volcado a las calles para celebrar la libertad y la intolerancia de la violencia –injustificable, dicen, los reporteros.
Ligadas por pantallas gigantes, se hilvanan las Colombias
Tocados, uniformes venidos de quién sabe cuál cuadro napoleónico, o nazi, o vietnamita…
Deleznables, somos deleznables.
Música, colores, armas…
El zoom de la cámara se hunde como la cabeza de una tortuga en su caparazón negro Sony. Y a la sony la meto en su cascarón negro Lowepro –anti.marca, genérico, barato.
Los estibadores en los puertos de luces teatrales, cuyos escenarios se encienden en proyectores de micro-estadio de fútbol, para el evento nocturno, matutino o diurno de la carga y la descarga sobre pisos resbalosos de planchas de acero o lodos milhoja.
El ayer de ayer no puede capturarse: navegamos entre dos mantos negros y especulares encendidos por la luna.
Saliva lunar, vómito de plata, escarcha densa, cascada de peces de luces en el río-mar: se desparraman como los trocitos de metal colgando de hilos de pescar desde la linterna en la capilla de Eero Saarinen.
En este mundo de micro-verticalidades y macro-horizontalidades, el alma se recuesta quieta, para erizarse en espinillas suaves de fruta, hacia las huellas en el firmamento, las contrahuellas del río mar.
Todo fluye, todo bate, todo fluctúa.

Sabor de seda.

Este mundo específico está cargado de agua pero no sabe a mar. Su aire no es salino, ni sus peces, ni sus delfines. Aquí todo es hoja en descomposición, barro, tierra líquida, olor a cueva y vertiente subterránea, lavado suave de embadurnamientos, vegetal que se ha hecho mineral, para tragarse a sí mismo y proveerse una capa de sustento, larga y delgada, como la cáscara arenosa sobre el cuesco, el cuesco sobre el fuego…

Atracan las lanchas paralelas a la costa, o perpendiculares.
Nos alejamos de Pevas, en el David Dennis, una ‘lancha’ más pequeña y acogedora. Por fin puedo balancearme sobre la hamaca y leer; escribir; dejarme acarrear, sin moverme, por la brisa; a los lugares remotos de la imaginación que el Amazonas engendra y atiza con cada ola.
El calor se condensa, se contrae sobre nuestras espaldas, la brisa lo expande entre ropas y pieles, lo disipa con fuerza transversal.
La selva ha sufrido de un enanismo.
¿Qué es orgullo sudamericano?
¿Visión conjunta?
Nos aproximamos a la costa de tanto en tanto, bajo el patrón típico de paradas fluviales, beso a beso, que comenzó en el Napo.
Todos duermen.
Yo discurro a la deriva de la energía filuda que me traen las lunas llenas, cuando las mareas rojas de mi cuerpo comienzan a chocar contra los acantilados de los huesos, las caderas se descalabran, y un mar de vida se va, memoria de esperanza entre las piernas.
Se me descuajan también la mente y las manos.