21.11.08

La luz se derrumba en el telar de la noche que amanece.
Cuarenta días de atardeceres selváticos nos esperan. El primero me llena de goce. Me quedaría en este enredo, pero avanzo fuera de sus ovillos musgosos por el hilo grueso, lanudo, del río, que se desploma en taludes acuáticos desde los Andes.
Los movimientos de tierra son incalculables: cordilleras se deleznan en ríos; selva que se deshoja en polvos de mar.
El Amazonas es el río monumental de los Andes monumentales: su negativo y complemento, se bifurcan los macizos de glaciares en un delta mayúsculo, la boca atónita del silencio ventoso en las alturas, un grito apagado, bajo el agua en el Atlántico.