30.11.08

Los pueblos señalan su presencia en medio de la oscuridad de la selva encendiendo sus proyectiles de luz blanca–negra. Linternas que marcan, como cirios gigantes, soplados por las manos, la vigilia de quienes esperan el milagroso arribo del “Cabo Pantoja”. No importa la hora. En otro territorio sería el fuego. En otra época, la levedad de la canoa. Ahora las antenas puntean por aquí y por allá, añadiendo con sus cerchas verticales, una especie metálica a la selva. En Tempestad, el pueblo donde paramos, un megáfono se levantaba sobre la totalidad, para abrir el cono de voz del Alcalde.